El Mutiny: Sexo, drogas y un mono con un Rolex.

Por Pablo Burgués

En los años 60 la ciudad de Miami era La Manga del Mar Menor de América, una enorme sopa de jubilados donde lo más salvaje que podías encontrarte era una carrera ilegal de sillas de ruedas eléctricas. Pero a finales de los 70 todo esto cambió y aquel soleado remanso de paz se convirtió en un sangriento remanso de hostias.

¿Y eso? Pues porque un buen puñado de narcos venidos de Cuba, Venezuela y Colombia llegaron a la ciudad con el “noble” objetivo de hacerse con el control del tráfico de drogas del sur de Estado Unidos. Estas personas no eran mucho de dialogar así que Miami no tardó en convertirse en la metrópolis con más homicidios de todo el país. El ir y venir de cadáveres llegó a ser tan desmadrado que la morgue del condado se petó y tuvieron que pedir prestado al Burger King uno de sus camiones de refrigeración. ¡A la parrilla sabe mejor!

En medio de este baño de sangre había un paradisíaco lugar donde reinaba la paz y la amistad: El Mutiny, un hotel a medio camino entre la Mansión PlayBoy y Studio 54 donde según su propietario (Burton Goldberg) “todo podía pasar”. Y vamos que si pasó…

Situado en la zona de Coconut Grove (South Beach), el lugar contaba con 130 habitaciones temáticas a cada cual más extravagante en las que se alojaban y desmelenaban las estrellas más crápulas y traviesas del momento: Paul Newman, Arnold Schwarzeneger, Led Zeppelin, Don Johnson, The Eagles, Fleetwood Mac y por supuesto el inventor del término Latin-Granuja y presunto padre biológico de todos los hispanohablantes: Don Julio Iglesias.

Pero todos estos chavalotes no eran más que unos mindundis ya que quien realmente cortaba el bacalao en el Mutiny eran los narcotraficantes, quienes habían convertido el hotel en su centro de operaciones. Por este Narcoworking pasaron históricos del polvo blanco como El Perro, Súper Papi, El Raspao o el mismísimo Pablo Escobar. Aunque sin lugar a dudas el más chingón de todos era Mario Tabraeu.

Dicen que este simpático ser llegó a pagar $25.000 para que llenaran la bañera de su habitación con Dom Perignon y que se paseaba por ahí con un chimpancé al que tuneaba con enormes cadenas de oro y Rolex. Se rumorea que Tony Montana, el personaje interpretado por Al Pacino en la película Scarface, está inspirado en él (en Mario Tabraeu, no en el mono).

Durante años las instalaciones del Mutiny fueron aguas internacionales, una especie de zona de libre comercio donde jet set, policía y narcos compartían mesa y hacían business alegremente. Pero claro, allí donde hay malos siempre terminan apareciendo otros aún más malos que les quieren cortar el vacilón. Así que poco a poco el lugar comenzó a llenarse de sicarios de uno y otro bando y el superbuenrollito se trasformó en malrollitoquetecagas y muchos de los clientes del hotel dejaron de ir por allí.

En 1981 un tal Miguel Miranda, un narcotraficante aficionado a la santería que acostumbraba a beber sangre de animales sacrificados, asesinó a una de las camareras del hotel. El cuerpo de la muchacha apareció días más tarde en Cayo Hueso, envuelto en una sábana
 el Mutiny. Este suceso supuso la estocada final para un negocio ya en decadencia que cerró definitivamente sus puertas en 1984.

A mediados de los 90 el hotel fue reabierto por una importante cadena de hoteles de lujo. Hoy el lugar sigue abierto pero ya no queda en él ni rastro de su pasado macarra y lo más jodidamente salvaje que podrías hacer en sus instalaciones es esnifar un zumo détox con jengibre.

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